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Retratos


Khadicha

Me la encuentro mientras estoy perdida en la medina de Tetuán. Estoy haciendo fotos a una plaza,

hay una pequeña fuente escondida que me tiene concentrada.

-¿Qué buscas?, me pregunta en castellano.

Muchas personas de la medina te suelen preguntar donde vas, conscientes de la dificultad de su hábitat para los no habitantes de este. La medina de Tetuán es una selva de callejones cerrados.

-Nada, solo paseo.

-Ne parle pas español. Cuidado (señala mi bolso) mujer sola, la gente quita.

No he sentido en ningún momento sensación de peligro, si de agobio ante descomunal desorientación.

La vulnerabilidad del que se sabe perdido, dentro de la laberíntica fortaleza que es esta medina. Pero miedo

a ser atracada, no he sentido, pero es verdad que ya dos mujeres esa mañana me han advertido y yo escucho

y me alerto.

Me doy cuenta de la diferente relación que establecen conmigo hombres y mujeres, dos mujeres me alertan, los hombres me dan la bienvenida. No hay muchos extranjeros en esta medina y ninguna mujer forastera sola, o por lo menos yo no me he encontrado con ninguna.

Sigo con mis fotos y veo que ella desanda sus pasos.

-un thé?

Me coge la mano. Me dejo guiar, me lleva a un café oscuro, pequeño, huele a hachís, hay cuatro hombres,

dos jóvenes y dos mayores, sentados sin hablar fumando.

Me siento y me traen un té.

Khadicha se presenta. Vivió en Francia muchos años, tiene cinco hijos y volvió por que

-en Francia tabaco, hachís caro, aquí fumar y vivir bien.

Sus hijos siguen allí, están contentos, me cuenta. Es viuda. Vive en plena medina.

Viene todos los días a este café a fumar.


-tu fumas?

-ya no, contesto.

Me encanta ver a esa mujer en medio de un mundo de hombres, siendo libre.

Los jóvenes, le hablan con respeto y lían los porros para que ella los fume


-no se hacerlos...

Lleva los ojos perfectamente maquillados, la raya negra arriba y abajo, me recuerda a mi Yaya, morena,

nariz aguileña y mirada aguda, intensa, limpia, libre.

Me presenta a todo el café, uno de los jóvenes me enseña una cicatriz que le ocupa todo el carrillo, una línea recta hecha con una navaja.


-problemas, me dice sonriendo.

En un momento me pregunto qué hago allí, en el equivalente a los billares sombríos de cualquier periferia española. Me tomó mi té y converso. Hablamos del Barsa, el café tiene varios escudos y un guardallaves

de pared con una virgen y un gran Ave María

-la virgen María, digo señalando.

Se miran entre ellos, sin entender mi atención a esa imagen

-Mariem, dice Khadicha.

Se escucha un susurrado -ahhh general...

Me levanto para irme, quiero pagar y no me dejan.

-Paga Khadicha, dice el camarero.

Le doy las gracias y la deseo suerte.

Me despido de todos, uno por uno nos damos la mano y la paz.

Me voy.

Al salir, la medina me parece más accesible.

#cuerposquesedesplazan

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