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Pensar por uno mismo

Bailar sin contexto.

Sexualidad, danza y libertad.



Me despierto.

Son las cuatro y pico de la madrugada.

No tengo sueño.


Me pongo a leer, me queda poquísimo del libro de Leila Slimani, Sexo y mentiras (La vida sexual en Marruecos) Ed Cabaret Voltaire.

Lo termino.


Sin poder dormir me vienen a la memoria muchas historias y vivencias del año que pasé viviendo en Rabat, hace mucho tiempo de eso, más de 20 años, pero muchas de la historias de las que narra el libro ya las conocía, con otros nombres, otros rostros, pero son iguales a aquellas que me contaba Chaadia la ginecóloga/mama de las niñas a las que cuidaba, con la que convivía, también historias que me contaban mis amigo españoles que trabajaban para la oficina comercial u algún otro organismo o empresa. Historias de ligues y romances, de como era la sexualidad de las marroquíes con las que ellos se relacionaban. Me acordé de una vez que estando en una discoteca con uno de estos amigos, nos encontramos a una de sus amantes y ella me quemó en la espalda con un cigarro por un ataque de celos, fue un momento extraño, entre cómico (yo no tenia ningún interés romántico en ese chico) y trágico. En ese momento me enfadé, me ofendí, hoy en esta noche de insomnio me entristece. Me entristece la disputa de dos mujeres por nada, por un absurdo. Hoy diría a esa mujer marroquí; navegamos el mismo mar, en distintos barcos y quizá en diferentes direcciones, pero el mismo mar, el mar de la supremacía de lo masculino, la dictadura de lo alfa, esa que nos hace ser cazadoras y presas a la vez, salvajes y sumisas, esa que nos impone una decencia decorosa y a la vez nos obliga a tener un descaro insultante. El mar que nos juzga y nos castiga a todas hagamos lo que hagamos, sin piedad.


Sexo y mentiras habla de la situación con respecto a la sexualidad y su contexto (el cuerpo, las relaciones, la cosmovisión sobre el deseo...) de la sociedad marroquí. Casi todas las voces en el libro son femeninas, aunque hay también algún hombre y vemos como todos son víctimas de los mismos mecanismos represivos. Todos son víctimas, sí, pero no de la misma manera, lo siento, pero no existe la igualdad entre hombres y mujeres ni siquiera en nuestra condición de víctimas...


Este libro es, en mi opinión de lectura obligada, sí te interesa el Mediterráneo como entorno al que pertenecemos, el Norte de África y la danza árabe, entre otras cosas, porque nos habla de los cuerpos, esos mismos cuerpos en los que está depositada la expresión gestual de un pueblo/región a la que nosotras bailarinas miramos de continuo. Además el constructo orientalista en el que nos guste o no, están adscritas muchas de estas danzas y del que participamos en diferentes formas y medidas, ha asimilado algunos aspectos de alguna forma ligados a la sexualidad , seducción, sensualidad...para evocar formas y maneras de la danza mal llamada del vientre. Por lo que la sexualidad de estos pueblos no puede sernos indiferentes.

Las danzas tradicionales se bailan, se conciben, se crean y existen sujetas a su contexto, de hecho este contexto las define en un gran porcentaje, no se puede obviar la significación de algo tan clave como es la vida sexual de las personas y lo que ello lleva consigo dentro y fuera de los cuerpos.

El libro termina con una reflexión sobre la libertad de pensamiento como una de las puertas de la liberación en el más amplio sentido. Pensar por uno mismo.


En la duermevela de esta madrugada, cuando se me van cerrando los ojos, me pongo a divagar sobre lo que sería bailar por uno mismo, bailar sin nuestro contexto, al igual que pensar sin los condicionamientos que todos tenemos. Bailar en ocasiones también es un acto condicionado. Este condicionamiento es claro en la tradición conjunta de los pueblos y en la expresión individual de los cuerpos. ¿Cómo sería bailar sin ningún tabú social con respecto a las partes de nuestro cuerpo sexualizadas? ¿Es el contexto lo que nos hace personas?, ¿ lo que nos hace ciudadanos? Cuerpos sociales, cuerpos animales, solo cuerpos...

¿Cómo sería mi danza sin mi contexto de mujer de raza blanca, nacida en Europa, en Madrid, dentro de una clase media trabajadora?...¿ dónde quedo yo en todo eso? ¿ dónde quedamos cada uno de nosotros y donde quedan nuestros movimientos, nuestros gestos, la escucha, la relación con el sonido?...¿Puede existir el libre albedrio dentro del contexto? Nosotros, europeos, ¿tenemos una sexualidad libre, una danza libre un movimiento libre? o ¿es solo un espejismo que se evapora cuando se refleja en los limites impuestos de nuestras culturas y sociedades?....


La sexualización de diferentes partes del cuerpo ha marcado la significación del gesto. La feminidad y la masculinidad están contenidos en espacios corporales, órganos, partes del cuerpo en las que recae todo el peso apabullante, cinturas de avispa, curvas, brazos musculados, torsos definidos...y son obligados a moverse con determinadas características intensidades o formas, son obligados a definir nuestro genero, son las ofrendas a una sociedad mecanizada donde aparentemente prima lo genuino, pero que castiga la disidencia y lo diferente.

Se tergiversa el movimiento primigenio de esas partes usado ancestralmente en el contexto ritual, para adaptarlo a esta sociedad mecanizada. Se mecaniza lo orgánico con una utilización determinada en post de una libertad decorada.

Y eso pasa en nuestras danzas queramos o no, hay un control del movimiento sutil que marca el ritmo de muchas sociedades. Hay grados, sí, como en el uso de la sexualidad, pero el control está en todas partes y no hablo solo de un control gubernamental, que sería el caso extremo del que nos habla este libro, hablo de un control intimo y personal que incluso a veces nos ocultamos a nosotros mismos.


Estoy a punto de dormirme con imágenes de la bonita Rabat en mi cabeza, su medina discreta, el Atlántico, las calles de la ciudad moderna con sus cafés tradicionales y su gusto de ciudad de provincias, no es la brutalidad de Casablanca, ni la profundidad de Fes, ni tiene la luz brillante de Marrakech, pero es la ciudad donde aprendí muchísimas cosas, la primera ciudad en la que viví sin mi contexto, sin mi entorno conocido, y por ello mi preferida.




En la Medina de Rabat (2018)

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